Historia y leyenda de Andy Irons, “el campeón del pueblo”
Viéndole sobre las olas, parecía invulnerable, alguien tocado por los dioses. Salvaje, indomable, Andy Irons era la imagen del surf en estado radical, el único capaz de hacer sombra y vencer al inmortal Kelly Slater: un surfista con un talento superlativo, un competidor feroz con una combinación única de locura para las grandes olas y excelencia técnica para las pequeñas. Hoy recordamos su fulgurante carrera, siempre amenazada por los demonios interiores con los que lidió lejos de los focos. Feliz lectura y felices olas.
POR E. TORRICHELLI
A Andy Irons le gustaba Metallica y durante años fue la perfecta encarnación, tanto dentro como fuera del agua, de Seek and Destroy. Pero la última vez que abandonó una prueba del campeonato mundial lo hizo más muerto que vivo, y no como el joven enfant terrible que fruncía el ceño mientras sostenía una tabla de surf en llamas ante la cámara sino como el Scott Fitzgerald que paseaba inquieto y titubeante por los estudios de Hollywood y escribía en un cubículo de la Metro unos guiones que nunca se rodarían, adornando el cuchitril con decenas de cocacolas vacías en el suelo.
La vida de Andy Irons
Sí, habéis leído bien, Scott Fitzgerald. Y no, no he consumido ninguna sustancia prohibida. La vida de Andy Irons tiene muchísimos puntos en común con la del legendario autor de El gran Gatsby. Ambos simbolizan el éxito y la tragedia, la gloria y el derrumbe, los excesos con el alcohol – en el caso de Fitzgerald – o las drogas – en el caso de Irons – y el genio derrochado. Ambos lo vivieron todo intensamente. Y a ambos las cosas les sucedieron muy deprisa y cuando eran muy jóvenes. Fitzgerald fue el espejo o el portavoz de la triste generación de la posguerra, los chicos y chicas de la vaporosa época del jazz, que crecieron para encontrar muertos todos los dioses. Irons fue una especie de montaña rusa que cautivó a toda una generación de surfistas. Fitzgerald murió en 1940 de un ataque al corazón en el apartamento de su pareja, en Hollywood. Tenía 44 años. Andy cerró los ojos al mundo para siempre en 2010, en la solitaria y triste habitación de un hotel de Dallas, víctima también de un ataque al corazón, provocado, según el New York Times, por la ingesta de un fuerte cóctel de drogas. Tenía 32 años.
Sé que el mundo de la literatura y el del surf son mundos muy distintos, incluso antagónicos, pero mientras escribo no dejo de pensar en los últimos años del surfista de Kauai y en aquello que un día Hemingway dijo sobre Scott Fitzgerald, y en cómo esas palabras resumen perfectamente la vida de ese guaperas salvaje que asaltó los cielos del surf a comienzos del siglo XXI, ese bad boy que fue la némesis de Slater:
¿Qué le paso a Andy Irons?
“Amé y odié al tipo, pero probablemente sólo lo odié porque admiraba y envidiaba todo lo que era capaz de hacer”, dijo Kelly Slater tras la muerte de Irons. Y cuando uno recuerda la manera versátil e indomable con que el hawaiano conquistó tres títulos mundiales consecutivamente, cuesta pensar en su trágica muerte; cuesta imaginarlo en aquella triste y solitaria habitación de hotel en Dallas donde cerró los ojos para siempre.
“Andy Irons era un surfista con un talento bestial, un animal competitivo con una combinación excepcional de locura para las grandes olas y excelencia técnica para las pequeñas.”
Pero Irons era un hombre de múltiples caras. Era el enfant terrible del circuito, una especie de rebelde sin causa sobre las aguas con un largo historial de juergas, peleas y salidas de tono. Y al mismo tiempo era un joven en constante sufrimiento, un deportista marcado por la adicción a las drogas y acorralado por el trastorno bipolar que los médicos le habían diagnosticado al poco de cumplir los dieciocho años. Imposible no pensar en esa otra canción de Metallica, Enter sandman. ¿Os acordáis? (Something’s wrong, shut the light /Heavy thoughts tonight / And they aren’t of Snow White / Dreams of war / Dreams of liars / Dreams of dragons fire / And of things that will bite, yeah…)
Biografia Andy Irons
Inicios en el surf de Andy Irons
“El surf es un jardín secreto en el que no resulta fácil entrar”, dice William Finnegan en Años salvajes, ese libro que no me canso de recomendar. Y el recuerdo que guardas de cómo fuiste familiarizándote con ese mágico campo de juegos es inseparable de los amigos con quienes pillaste las primeras olas.
Nacido en Kauai el 24 de julio de 1978, Andy Irons pasó su infancia y adolescencia surfeando con su hermano Bruce, primero en la prístina e idílica rompiente de Pine Trees, en Hanalei Bay, y después en la North Shore de Oahu, el examen final de cualquier surfista hawaiano, los campos elíseos de los dioses: Sunset Beach, Banzai Pipeline, Waimea…
Bruce Irons sobre Pine Trees: “Fue nuestro campo de entrenamiento durante muchos años. Mi hermano y yo surfeabamos aquí todos los días, pasara lo que pasara”
Ambos hermanos acabaron convirtiéndose en surfistas profesionales. Pero Andy fue el primero de los dos en brillar y también el que lo hizo con mayor intensidad. Con 17 años ganó el HIC Pipeline Pro, superando al gran Derek Ho, y dos años después consiguió entrar en el ASP World Tour, la gira por el campeonato mundial.
Su estilo agresivo causó un gran impacto desde el principio. Andy iba al máximo con las olas más monstruosas, marcándose tubos imposibles, y era increíblemente bueno en las olas pequeñas. “No puedes dejar de mirarle”, escribió Graig Jarvis. Y es verdad. No hay más que ir a YouTube y volver a ver Momentum Under The Influence para recordar lo apabullante y bueno que era su surf.
El lado oscuro de Andy Irons: Días de fiesta
Pero, por desgracia, la actitud salvaje de Irons sobre las olas se prolongaba también fuera del agua. Al de Kauai le gustaba vivir rápido y convirtió el campeonato mundial en una juerga constante. Chicas, alcohol, drogas… Durante su 21 cumpleaños, estando en Indonesia, cogió una botella de whisky y no paró de beber hasta perder el conocimiento. Sufrió una parada cardio-respiratoria, entró en coma y la contó de milagro.
Sí, Irons era el Seek and Destroy de Metallica en estado puro. Y el mundial una fiesta móvil, como el París de Scott Fitzgerald. Como dijera Taj Burrow: “Donde quiera que vamos, se celebra la fiesta más importante. No tienes otro remedio que ir”. Su surf deslumbraba y enamoraba a cualquiera que amara este deporte, pero sus resultados en la lucha por el título no dejaban de ser mediocres. Muchos, después de tres años en el Tour, lo dieron por un juguete roto. Se equivocaron, claro. Andy tenía el fuego de la competición en la sangre y, a pesar de las fiestas y las drogas, consiguió centrarse y explotar su talento para conquistar el título mundial en 2002.
Andy Irons vs Kelly Slater » A Fly in the Champagne»
El primer título de Irons coincidió con el regreso de Kelly Slater a la competición, un regreso que marcó el comienzo de la que se ha llamado la madre de todas las rivalidades de la historia del surf. Los emocionantes y eléctricos duelos entre Tom Curren y Mark Occhilupo (Occy), que marcaron a fuego los años ochenta, parecían cosa de niños al lado de los combates salvajes que libraron el joven surfista de Kauai y el veterano de Cocoa Beach, dos auténticos gladiadores en el agua.
El planeta surf se dividió en dos bandos irreconciliables. Eran como los Lakers y los Celtics en los ochenta; Magic Johnson contra Larry Bird. Eran como McEnroe y Borg, Senna y Prost… A un lado, el gélido, calculador y mítico Slater, y al otro el joven rebelde que desprendía heavy metal por todos sus poros; es decir, el hielo y el fuego, el día y la noche, dos jugadores tan distintos y dos personalidades tan opuestas que, a pesar de todo, paradójicamente convergían porque a los dos les unía la misma sed de victoria. Kelly Slater perseguía el triunfo desde la pulcritud y la vía recta del deportista modélico; Irons a partir del exceso, la irreverencia y la anarquía.
El héroe y el villano, el caballero y el rebelde. La rivalidad entre ambos surfistas estadounidenses incendió la ASP hasta límites insospechados. Y nos regaló a los amantes del surf unos años irrepetibles. Como dijera Matt Warshaw, uno y otro se elevaron a sus mejores niveles de surf. El hawaiano, cierto, ya tenía un rival de gran talla antes del regreso de Slater a la ASP: su hermano Bruce. “Siempre pensé que era mejor surfista que yo”, dijo en una ocasión refiriéndose a Bruce. “Así que tuve que trabajar mucho más duro para conseguirlo”. Pero con todo, Andy Irons no habría sido Andy Irons sin Slater. Y viceversa.
Los eléctricos duelos protagonizados por Tom Curren y Mark Occhilupo (Occy) en los ochenta parecen cosa de niños al lado de los combates salvajes que libraron Andy Irons y Kelly Slater en la primera década del siglo XXI. Fue la madre de todas las rivalidades de la historia del surf.
Sí… Por primera vez en su carrera, Kelly se encontró con un adversario a la altura de su talento. Un oponente que no se derretía antes de llegar al agua. Kelly no era invencible, es verdad. Sin embargo, en la década de los noventa había mantenido a raya al resto de competidores, dando jaque mate a seis o siete contrincantes al mismo tiempo. Irons cambió todo eso. Tenía un surfing salvaje. Y exigió toda la atención de Slater.
El impetuoso surfista hawaiano ganó su segundo título consecutivo en 2003. Con Slater ya a toda potencia y quemando sus talones. Y en 2004 añadió un tercero. Slater parecía noqueado. Surfing Magazine llegó, incluso, a proclamar el comienzo de una nueva: el tiempo de la Generation Now. Y puso en portada a Andy acompañado de otros sietes surfistas. Según la mítica revista, Irons y sus compañeros de generación no sólo eran los mejores del mundo: eran los mejores de todos los tiempos.
Kelly respondió sobre las olas. Y con calma, con una potencia abrumadora, ganó en 2005 y 2006, con Irons pisándole los talones en ambas ocasiones, confesando que su única meta era coger la foto de Slater y aplastarla. “Si no puedo quedar primero prefiero quedar el último. El segundo es el primer puto perdedor”.
Kelly Slater vs Andy Irons: La final de Pipeline 2006
Son muchos los momentos inolvidables que Andy Irons nos regaló sobre las aguas. Pero si tuviera que escoger uno, me quedaría con la final del Pipeline Masters del 2006 contra Kelly Slater. Fue un verdadero duelo de titanes, con Banzai Pipeline haciendo las veces del mítico OK Corral. Slater ya tenía asegurado el título, pero Irons quería mandar un mensaje.
Y sí que lo mandó. Después de la final entre Rob Machado y Slater en 1995 no recuerdo una batalla igual en las olas de Pipeline. Fue una final de película. Y tal vez la mejor manga de la historia, un thriller con un final taquicárdico. Todo se decidió en la última ola, que Andy robó a Kelly, cayendo en Backdoor a una velocidad de vértigo, desapareciendo y volviendo aparecer en un tubo gigantesco.
Durante cinco años, Slater y Irons se repartieron la corona mundial del surf. Irons ganó en 2002, 2003 y 2004; Slater en 2005 y 2006. El australiano Mick Fanning rompió esa racha en 2007, justo cuando la estrella del surfista Kauai empezaba a apagarse, golpeada por su adicción a las drogas
Nadie, viéndole cabalgar las olas de Pipeline aquel día de 2006, podía sospechar que mister Hyde estaba a punto de desplazar al doctor Jekyll. “Él sabe que no me voy a marchar sin hacer ruido – dijo Irons refiriéndose a Slater poco después de celebrar la victoria con gestos de rabia y euforia – Sigo aquí y sigo queriendo luchar. Con suerte, el año que viene las cosas irán a mí favor y no en mi contra.”
Días sin huella
No fue así. Tras la estelar victoria en el Pipeline Masters del 2006, Irons empezó su particular descenso a los infiernos. La enorme tensión de su rivalidad con Slater le pasó factura, de eso no cabe duda: “Cuando pierdo siento que el mundo se acaba, que todo apesta”, confesó en una entrevista. Pero su principal talón de Aquiles fueron las drogas.
En 2007 el surfing de Irons voló bajo en el ranking de la ASP. Ese mismo año se sometió a un tratamiento de rehabilitación y se casó con Lyndie, su novia, en Kauai. Volvió al Tour en 2008, pero no funcionó. Terminó decimotercero, roto anímicamente. Y en 2009 se tomó un año sabático, con el fin, según se supo después, de entrar otra vez en rehabilitación.
Kissed by God, la película de Andy Irons
“Tengo muchos demonios interiores, y sin el surf me hubiera autodestruido. El surf es la única cosa que me permite mantener el equilibrio”, confesó Irons en la última entrevista que concedió. El surf y la competición como refugio y campo de juego, como escondite feliz frente al cerco cada vez más feroz de unos demonios que van y vienen, los intentos de rehabilitación y los sucesivos derrumbes, el sentimiento de culpa en medio del vértigo, las subidas anímicas y los patéticos hundimientos… es, precisamente, lo que deja en la memoria la película Kissed by God: el documental de HBO que, dando voz a las personas que mejor le conocieron – sus padres, su hermano Bruce, su esposa Lyndie, sus amigos, rivales como Kelly Slater o Mick Fanning –, revela la batalla que el triple campeón del mundo libró contra la enfermedad mental y te arrastra, implacablemente, hasta el callejón sin salida al que se vio abocado por culpa de su adicción a las drogas.
≫Ver documental Kissed by God Andy Irons
La muerte de Andy Irons
Irons regresó otra vez al Tour en 2010. Pero ya no era el mismo competidor. Parecía apagado; ya no respiraba fuego en las rondas como antes. Y entonces, después de un comienzo nada alentador, llegó la prueba de Tahití: Teahupoo. Y Andy volvió a ser Andy: derrotó a Fanning en cuartos, venció a Slater en semifinales y se impuso a C.J. Hobgood en la final. Tres campeones del mundo, superados uno tras otro.
No conozco a ningún amante del surf que, en aquel entonces, no se hiciera la siguiente pregunta: ¿Realmente ha vuelto? Muchos creyeron que sí. ¿No se puede repetir el pasado? ¡Claro que se puede!, decía Gatsby, el memorable personaje de Scott Fiztgerald antes de ser arrasado por el presente. Lo mismo nos pasó a quienes quisimos ver el principio de un nuevo comienzo en la exhibición de Irons en Teahupoo.
La enorme tensión de su rivalidad con Slater pasó factura al surfista de Kauai, de eso no hay duda: “Cuando pierdo siento que el mundo se acaba, que todo apesta”, llegó a confesar en una entrevista. Pero su principal talón de Aquiles fueron las drogas; su principal enemigo fue él mismo.
Fue un espejismo. El último chispazo de un cometa a punto de dar con la tierra. El último destello del “campeón del pueblo”. Como dijera Matt Warshaw un año después de su muerte: “Tahití, echando la vista atrás, no era un presagio de lo que vendría; era sólo un gran surfista que cogía las olas correctas y golpeaba todas sus marcas”.
El dos de noviembre de aquel mismo año Andy moría en Dallas. Tenía 32 años y dejaba atrás una mujer embarazada de 8 meses, tres títulos de campeón del mundo y una historia de ascenso y caída muy difícil de olvidar. Su epitafio – ahora, mientras escribo, vuelvo a verle volar sobre las olas de Momentum Under The Influence – está escrito en esas palabras que resuenan a lo largo y ancho de Kissed by God, resumen perfecto de lo que el surf era para él :
“¿Has sentido alguna vez el beso de Dios? Pues eso es más o menos lo que se siente. Es lo más parecido a sentir el beso de Dios. Por un instante, uno, dos, tres segundos, Dios baja y te da un beso. Después persigues esa sensación toda tu vida, tratando de coger esa ola, ese tubo. A veces lo consigues, otras no, pero siempre vas a perseguirlo, tratando de hacer uno más alto, más largo, tratando de llegar más lejos y ser besado por Dios.”
Otros datos de interés y curiosidades de Andy Irons
- Andy Irons comenzó a surfear cuando tenía ocho años.
- Mujer: Lyndie
- Hermano: Bruce Irons
- Hijo Andy Irons: Axel Irons. Cuando el surfista hawaiano falleció, su esposa Lyndie Irons estaba embarazada de ocho meses.
- Su documental: Kissed by God.
- Patrocinadores: Billabong
- ¿Qué tablas usaba Andy Irons?: Irons llevaba tablas de shapers de la talla de Mayhem, JS y Eric Arakawa. Puedes ver en este vídeo su santuario de tablas.
- ¿Dónde murió Andy Irons? Andy cerró los ojos al mundo para siempre en 2010, en la solitaria y triste habitación de un hotel de Dallas.
- ¿Cómo murió Andy Irons? víctima también de un ataque al corazón, provocado, según el New York Times, por la ingesta de un fuerte cóctel de drogas.
- ¿Qué edad tenía? Tenía 32 años.
- Andy está considera como uno de los mejores surfistas del mundo y está en nuestro selecto ranking de los 15 mejores surfistas de la historia.
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