Surf Madeira, guía de viaje

Madeira es mucho más que la patria chica de Cristiano Ronaldo. Winston Churchill, Bernard Shaw o Gregory Peck ya disfrutaron en su día de sus encantos. Las verdísimas montañas de la isla, los jardines tropicales y las aguas atlánticas forman la ecuación perfecta para los adictos al descanso o al excursionismo. Además, Madeira cuenta con olas de clase mundial poco concurridas, lo que la convierte en un rincón idóneo para escapar de los clásicos lugares masificados.

MADEIRA

Isla de Madeira, Portugal

Madeira, la eterna primavera

E.TORRICHELLI

“La primera vez que pensé en visitar Madeira, mis amigos ingleses me aconsejaron que lo pensara bien.

-Vas a detestarlo – me dijeron –. Carece absolutamente de carácter.

-Es un sitio sofocante y aburrido.

-No van más que señoras muy viejas.

-¡Madeira! ¿A quién se le ocurre?

-Yo tenía una tía abuela que solía ir religiosamente. Creo que la pobre acabó muriéndose allá.

-It´s the absolute end!

Esta unanimidad en los juicios adversos habrían podido disuadirme, si no hubiese estado resuelto a ir, fuera como fuere. Además, resultó que ninguno de mis informantes había estado allí. Y todos expresaban un prejuicio prevaleciente en el Londres literario de hoy…”

Así comienza Paul Bowles los recuerdos de su viaje a Madeira en 1959. Y así termina, satisfecho de haber visitado la isla:

“Ignoras si regresarás dentro de poco a Funchal, pero eso no importa. Sabes ya que este lugar existe y que, si lo deseas, puedes volver algún día. Y te satisface tener esa certeza”.

funchal madeira

Funchal, Madeira

Un inmenso jardín tropical sobre el océano

   Verdísima, mil veces florecida sobre el océano, Madeira es literalmente una enorme roca de origen volcánico que interrumpe el Atlántico poblándolo de árboles frondosos, de orquídeas salvajes. Las guías de viaje dicen que surge del viejo océano tenebroso como una esmeralda fantástica. No exageran. Al menos, no del todo. Los acantilados emergen majestuosamente de las aguas. La brisa marina es omnipresente en toda la isla. Aún en los tranquilos valles del interior se encuentra a menudo el inconfundible olor del agua salada. Y por supuesto, la vegetación es deslumbrante, tanto que resulta difícil creer que un jardín tan vasto y lujuriante haya crecido sobre la roca sin ayuda humana.

Muy verde debido a las abundantes lluvias de su clima subtropical, de costas ásperas y con una lujuriante vegetación que va de los bananos al nivel del mar hasta los abetos de tipo alpino de sus hermosísimas montañas, Madeira es la isla de la eterna primavera. Es otro mundo, con temperaturas que siempre oscilan entre los 19 y 23 grados.

Hace más de cuatrocientos años, Luis de Camoens, el “príncipe” de los poetas portugueses, el inmortal autor de Os Lusiadas, escribió que Madeira estaba en los confines del mundo. Hoy ya no es así. Pero a veces se tiene esa impresión. Sobre todo en invierno, cuando el Atlántico la golpea con más fuerza y las nubes que vuelan bajo ocultan las cimas de los acantilados verticales.

¡Los inviernos de Funchal! Las tardes en que la lluvia llega del mar y el viento mojado revolotea en las esquinas… Paul Bowles adoraba pasear en esos días por las calles desiertas de la capital. William Finnegan, otro enamorado de la isla, también sentía devoción por esa época del año, pero por otra razón: en invierno, concretamente, de noviembre a febrero, es cuando las mejores olas llegan a la isla.

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Madeira en Invierno

Érase una vez el surf en Madeira

Madeira recibe la marejada de invierno del Atlántico como si fuera la diana de un blanco. Pero a pesar de su condiciones únicas, la isla sólo atrajo la atención de los amantes del surf a partir de los años noventa. Fue entonces – año 1994 – cuando un artículo de Surfer Magazine dejó en shock a la comunidad global de surfistas. El reportaje mostraba a Evan Slater y Ross Williams haciendo surf en una isla del Atlántico. Según la revista, aquel lugar tenía la mejor rompiente del planeta. Y realmente, las olas que se veían en las fotos eran de ensueño: grandes, de colores vivos y tan limpias que todavía hoy se te doblan las rodillas al verlas.

La isla, por supuesto, era Madeira. La rompiente, Jardim do mar. Y como cabía esperar, en los años siguientes fueron muchos los surfistas que viajaron a Madeira en busca de aquellas olas.

jardim do mar surf

Jardim do Mar

Aquellos maravillosos años

William Finnegan fue uno de los primeros, y aún recuerda la poderosa impresión que le provocó la isla: “Costas de un verde exuberante, pequeñas carreteras bordeando precipicios, los campesinos mirando nuestras tablas con recelo, olas que surgían con fuerza desde lo más profundo del océano…”

El surfista y fotógrafo Will Henry y el periodista y también amante de surf Joao Valente tampoco han olvidado la primera vez que estuvieron en Jardim do mar: “Parecía un pueblo de cuento de hadas. Un lugar hecho para ser colocado en las postales”, dice el californiano. “Todavía tengo sentimientos extraños cuando pienso en esos días. Fue un momento muy especial”, cuenta el portugués.

Garret McNamara: “Madeira es muy similar a Hawái. Hay tantas rompientes perfectas… Es como el cielo para el surf”

Sin duda, lo fue. Madeira pasó a ser, en esos años, el Hawai de los portugueses del continente. Su propia costa norte. Y Jardim do mar un destino muy popular en el mundo del surf de olas grandes. Cada año había más surfistas: ingleses, australianos, americanos. Sí, Madeira se puso de moda pese al carácter amenazador de sus rompientes. Finnegan incluso llegó a temer que muy pronto sería imposible surfear allí. Que Madeira se echaría a perder, igual que Bali y otros muchos destinos completamente masificados.

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Jardim do Mar años 90, antes de la construcción. Foto: Will Henry

No fue así. Muchas cosas han cambiado en esta pequeña isla desde entonces – finales del siglo pasado. Pero el número de surfistas no es una de ellas. Madeira sigue siendo hoy un paraíso para los amantes de este deporte. No se ha echado a perder; no ha muerto de éxito. Y esto pese a la absoluta incompetencia de las autoridades regionales, cuya ceguera – ésta sí letal – ha herido casi de muerte el spot más icónico de la isla: Jardim do mar.

Ruta por las mejores olas de Madeira

Madeira no tiene placa continental, y como recuerda William Finnegan, en este sentido se parece mucho a Hawái. Las gigantescas marejadas del norte y del oeste impulsadas por las tormentas atraviesan aguas muy profundas sin ninguna clase de obstáculo y se estrellan contra la isla con la máxima potencia. Pero Hawái tiene en muchos lugares arrecifes costeros o unas playas de arena que amortiguan el impacto. La costa de Madeira, por el contrario, es principalmente roca y acantilado, cosa que multiplica el peligro de sus rompientes.

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Surf Spots Madeira

Las olas en Madeira son poderosas, llegan como un tren de mercancías y rompen sobre fondos de roca, bajo la mirada impasible de grandes acantilados

La mejor zona de la isla es el sudoeste, donde la potencia del océano crea unas olas largas y muy bien organizadas. Allí se encuentran las tres rompientes más célebres de Madeira: Jardim do mar, Ponta Pequena y Paúl do mar. Con las continentales Ribeira D´Ilhas, en Ericeira, Supertubos, en Peniche, y Nazaré, lo mejor que Portugal brinda al surf.

surf jardim do mar

Jardim do mar después de la construcción del dique

Jardim do Mar

Pequeño pueblo erguido sobre un radiante promontorio, Jardim do mar no sólo tenía una derecha de clase mundial, sino también una de las mejores olas gigantes del mundo. “La rapidez, la profundidad y el tamaño de las olas de Jardim fueron una gloriosa revelación para nosotros”. Así describe Finnegan la primera vez que surfeó allí. Pero Jardim do mar ya no es el mismo Jardim do mar que popularizó Surfer Magazine en 1994. La construcción de un horrible dique en 2003 dañó seriamente esta aterradora joya, que ahora sólo se deja surfear en condiciones muy especiales.

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Jardim do mar 2003 obras de construcción del dique. Photo: Will Henry

Ponta Pequena

A sólo un salto de Jardim, Ponta Pequena es otra derecha potente y rápida con un cambio de marchas repentino que la hace muy especial. La ola muere frente a una cala de aguas poco profundas y un acantilado cortado a pico.

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Ponta Pequena. Foto: Orlando Pereira

Paúl do Mar

También a un salto de Jardim, encontramos Paúl do mar, cuya rompiente fue descubierta casi al mismo tiempo. Se trata de una ola fascinante. Una derecha muy hueca, muy poco profunda. Un tubo rugiente que rompe muy cerca de la orilla, con una entrada y una salida extremadamente peligrosas. Lo portentoso de Paúl do mar es la velocidad que se alcanza en su interior.

Paul do Mar

Filipe Jervis en Paul do Mar

Ponta Delgada y otros spots

Pero Madeira tiene mucho más que ofrecer. A escasos kilómetros de Jardim, en dirección este, tropezamos con otros puntos de surf: Madalena do Mar, Lugar do Baixo, Ribeira Brava… Y cambiando de tercio, en el norte de la isla, junto a puntos emblemáticos como la estropeada Ponta Delgada – una izquierda perfecta que rompe muy cerca de unos acantilados de aspecto temible – encontramos rompientes populares aptas para surfistas de cualquier nivel: Faja da Areia, Praia da Maiata. Y olas más complejas: las rápidas, potentes, de color verde botella, que mueren frente a la playa de pequeños guijarros de Achadas da Cruz.

Ponta delgada Madeira

Ponta Delgada. Foto: Will Henry

Qué ver en Madeira, qué hacer en Madeira

Madeira es otro mundo: un mundo donde todo es paz y encantos naturales. Y para comprobarlo lo único que hay que hacer es alquilar un coche y lanzarse a descubrir la isla. Desde la capital, Funchal, en el sur soleado y agrícola, hasta el inverosímil paisaje de Santana, en el norte, más frío y húmedo. Pasando por Câmara de Lobos, Jardim do mar y Porto Moniz.

Funchal, esplendor en la hierba

Por muchas razones, Funchal es una ciudad diferente, que también pide ser disfrutada de una forma distinta. Resulta peculiar – y merece la pena apreciarlo – el modo en que se relaciona con la naturaleza que la circunda. Como dice Paul Bowles, Funchal es, con excepción del centro, una extensa ladera de jardines en forma de terrazas, cada uno con su casita. Sí, la ciudad se abraza a las colinas que descienden al océano y se deja ver desde ellas con gusto. No sólo desde el mirador del jardín tropical de Monte. Desde muchos otros sitios puede apreciarse sin dificultad la parte baja de Funchal: las calles y callejas del centro histórico, el barrio de pescadores, los barcos fondeados en el puerto, las avenidas que se extienden en paralelo al Atlántico, vasto, tranquilo, azul.

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Vistas Funchal

Una recomendación: si el día se presenta lluvioso, no os amarguéis ni os arredréis. Relajaos, dirigíos al barrio antiguo y experimentad el placer de pasear bajo la lluvia por unas calles peatonales ciertamente encantadoras. Admirad las casas, las pequeñas plazas, los callejones. Y si queréis un refugio, buscad el popular Mercado dos Lavradores: un edificio racionalista donde el trabajo de los vendedores se mezcla con el colorido de las flores y las frutas.

Funchal es una ciudad diferente, que también pide ser disfrutada de una forma distinta. Es, con excepción del centro, una extensa ladera de jardines en forma de terrazas que se deja ver con gusto desde múltiples miradores

Todas las ciudades, por lo general, ganan de noche. La noche borra las suciedades, iguala los colores, atenúa las disonancias. Pero Funchal, de noche, tiene algo más. De noche es más perceptible el misterio de esta ciudad isleña. Quizá porque de noche es más notorio el pálpito del Atlántico y se está más cerca de ver lo invisible.

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Interior del Mercado dos Lavradores

La Praça do Municipio constituye, sin duda, una de las plazas más elegantes del mundo. Los espléndidos edificios, pintados de blanco, están ornados con piedras negras. Y en el centro, el pavimento está formado por un mosaico abstracto de lava blanca y negra. Llegar a ella de noche, bajo el tenue alumbrado de las farolas, supone entrar en una atmósfera que sólo a duras penas resulta real.

Recuerdo haberlo hecho de madrugada por la Rua das Pretas. Recuerdo haber atravesado la Praça do Municipio despacio, haber visto en algún momento la torre de la Sé alzarse hacia el cielo. Y haber salido, poco después, a la Avenida Arriaga y al paseo del Puerto Deportivo. Recuerdo amanecer ante un bizcocho de canela y miel en Pau de Canela, cerca del Mercado dos Lavradores. Y también recuerdo la sensación de esa luz gris del nuevo día, que pese al cansancio, alegraba la vista y el corazón.

Praça do Municipio

Praça do Municipio

Hay, por supuesto, otras formas de visitar y de apuntar qué hacer o ver en Funchal. Pero así, gris y alegre, he visto y he vivido la capital de Madeira. Y sólo así puedo contarla.

De Funchal a Santana

Desde Funchal, el acceso a cualquier punto de la isla es fácil y rápido, especialmente a Câmara de Lobos. Apacible, grata de recorrer, Câmara de Lobos recuerda a cada paso la sombra de Winston Churchill. El primer ministro británico pintó su espléndida bahía y los viñedos que la rodean en múltiples ocasiones. Y sin duda, uno de los mayores atractivos de visitar Câmara de Lobos está en contemplar sus encantos paisajísticos desde el mirador del Pico de la Torre.

Madeira tiene muy buenas condiciones para el surf. Si a esto le sumamos los impresionantes paisajes, la estupenda comida, la hospitalidad de la población local y el hecho de que la isla tiene muy pocos surfistas, la pregunta que debemos hacernos es: ¿qué es lo que no es especial en Madeira?

Un poco más adelante se encuentra el Cabo Girao, a 580 metros de altitud. Se trata de uno de los acantilados más imponentes del mundo. Ver amanecer desde su mirador – tiene suelo de cristal – es un espectáculo parsimonioso, casi eterno.

CABO GIRAO madeira

Cabo Girao Mirador

Ribeira Brava es un amable pueblo turístico, con una playa de guijarros y una encantadora iglesia del siglo XVI. Desde allí, a través de la R-104, podemos adentrarnos en el Parque Natural de la isla. La carretera serpentea entre riachuelos, valles y un perpetuo panorama de bosques y elevadas cumbres cubiertas en sus puntos más altos de una niebla algodonosa. Lo mejor es conducir sin prisas. Ningún lugar mejor para los amantes de la flora atlántica. Perfecto también para los adictos al senderismo o el barranquismo.

serra de agua madeira

Serra de Agua

Las casas blancas de la pintoresca villa de Sao Vicente marcan el punto y final de la R-104. Desde aquí podemos seguir la hermosísima carretera que corre en paralelo a la costa hasta Porto Moniz. Un lugar único, rodeado de prados protegidos del fuerte viento salado del Atlántico con vallas hechas de brezo. El principal reclamo para el viajero son las piscinas naturales que hay entre las rocas.

Piscinas Naturales de Porto Moniz

Piscinas Naturales de Porto Moniz

La otra opción que podemos tomar en Sao Vicente nos lleva, en dirección contraria, hasta Santana, donde no importa donde mires: el paisaje es siempre inverosímil. Cerrad los ojos e imaginad que un pintor decimonónico hubiera inventado una campiña para satisfacer sus fantasías. Pues bien, así es el paisaje que podemos contemplar desde Santana, situada en lo alto de un majestuoso acantilado.

De Santana sale, además, una carretera que conduce a Pico Ruivo, una de las dos montañas volcánicas que ocupan el corazón de la isla. La otra es Pico Areiro, quizá el más cautivador de los miradores de Madeira. Una senda que transcurre por encima de las crestas volcánicas conecta ambas cimas. Hay que caminarla. Sólo después de hacerlo entenderás perfectamente las palabras con las que Bowles concluía los recuerdos de su viaje:

“Ignoras si regresarás dentro de poco (…) , pero eso no importa. Sabes ya que este lugar existe y que, si lo deseas, puedes volver algún día. Y te satisface tener esa certeza”.

Pico Ruivo

Pico Ruivo

Guía práctica de Surf Madeira

Cuando ir a Madeira

Como en el resto de Portugal, el invierno es la mejor época para hacer surf en Madeira. La mejor temporada de olas es de noviembre a febrero, aunque el periodo consistente se alarga de septiembre a abril. Si vas en febrero no olvides pasar por Funchal para disfrutar del Carnaval. Pasar por la Praça do Municipio en Sábado de Carnaval es una auténtica gozada.

¿Cómo llegar a Madeira?

En avión, por supuesto. El aeropuerto internacional Cristiano Ronaldo está en Santa Cruz, a 18 kilómetros de Funchal. Desde la capital, los autobuses llegan a todos los rincones de la isla. Pero lo mejor es alquilar un coche.

¿Qué tabla de surf llevo a Madeira?

Una buena tabla para un viaje de surf a Madeira es la Faded de Chilli Surfboards. La Faded es la típica tabla de surf que nosotros llevaríamos a un viaje a los mejores spots de surf del mundo si sólo tuviéramos espacio para una tabla de surf.  Una tabla con round pin perfecta para el tipo de olas que hay en Madeira.

Hemos preguntado a Tiago Pires que tablas de surf llevaría él a un viaje de surf a Madeira y estas son sus recomendaciones:

  1. Chilli Step Up
  2. A2
  3. Volume 2

Puedes ver el catálogo completo de tablas de surf Chilli en Singlequiver.com

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¿Qué traje de surf necesito en Madeira?

Te recomendamos un neopreno integral 3/2mm prácticamente durante todo el año. Un buen neopreno para un surftrip a Madeira es el O Neill Psycho One. Teniendo en cuenta que la mayoría de las olas de la isla son de fondo de roca, te recomendamos meter en la maleta un par de escarpines de reef. Nuestra recomendación los Solite Custom Reef de 2mm.

Y no te olvides llevar un par de juegos de quillas. No vaya a ser que tengas un susto.

Bodegas y vinos en Madeira

Madeira es famosa también por sus vinos. Los mejores se calientan al sol, madurando pausadamente en los áticos de los bodegueros. Como ya se ha dicho, Bowles visitó la isla en 1959. Pero la forma más sencilla para hacerte una idea de los vinos maderenses sigue siendo la misma: visitar alguna bodega de las compañías exportadoras de la isla. Sao Francisco es una buena opción. Allí, en la misma Avenida Arriaga, puedes pasar una plácida hora cantando cosechas añejas con un barman que te explicará cómo ha sido preparada cada variedad.

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