Biografia John John Florence
Dice la leyenda que comenzó a surfear a los seis meses. A los ocho años ya había cabalgado Pipeline, Waimea a los diez. Y a los trece se convirtió en el surfista más joven en participar en la Triple Corona. Nadie ha sido más precoz sobre las olas ni nadie encarna mejor el surf progresivo de los últimos tiempos. Seguramente, John John Florence nunca ganará tantos títulos como Kelly Slater. Nadie lo hará. Pero su estilo casual, su fría indiferencia, su asombrosa imaginación, sus increíbles virajes y vuelos sin motor pertenecen a otro mundo: son arte en estado puro…
POR E. TORRICHELLI
Todos hemos visto View from a Blue Moon, para muchos la mejor película de surf de la historia. Si cerráis los ojos, podéis verla otra vez. Las imágenes permanecen, no se van, porque su impacto es casi físico. La velocidad, la potencia, los giros, las improvisaciones… ¿Lo veis? John John Florence es un cometa. Y ni siquiera parece tener que esforzarse. Más bien parece estar jugando, con atención, con respeto, con alegría.
“Tienes la sensación de que su ritmo cardíaco nunca sube”, ha escrito Matt Warshaw, el legendario editor de la revista Surfer. “Siempre está encorvado, como si fuera a recorrer unos kilómetros en skate”. Y es verdad. Nadie surfea con más frialdad ni representa mejor la deuda que el surf tiene con el skate que Florence. Nadie, a día de hoy, puede discutirle tampoco el título de mejor surfista del planeta. Ni siquiera cuando está lesionado.
El acuerdo, en esto último, es prácticamente unánime. “Posee un talento sobrenatural. Es uno los surfistas más increíbles que he visto nunca”, dijo Joel Parkinson al verle ganar su primera prueba de la gira mundial en Brasil. Fue en 2012. Y cinco años más tarde, cuando alcanzó su segundo título consecutivo, el ex surfista profesional y ejecutivo de Quicksilver, Bruce Raymond, que fue uno de los mentores de Kelly Slater, escribió: “John Florence está redefiniendo este deporte. Es una locura dónde está llevando las cosas” . Pero empecemos por el principio.
John Florence, las olas, el surf, la patria
Todo historia tiene un comienzo. Y la historia de John John Florence arranca en Oahu, la isla más poblada de Hawái. Concretamente en Banzai Pipeline, el gran santuario de la North Shore. “Vivir en la playa y estar siempre cerca del agua fue una manera increíble de crecer – recuerda en El océano lo es todo, el artículo que, a modo de autobiografía, publicó en la revista STAB en 2018.
Nadie surfea con más imaginación ni representa mejor la deuda que el surf actual tiene con el skate que Florence. Nadie puede disputarle tampoco el título de mejor surfista del planeta. De hecho, nadie se acerca.
La patria no son las banderas ni los himnos ni los discursos sobre los héroes emblemáticos, sino un puñado de lugares y personas que pueblan nuestros recuerdos y los tiñen de melancolía. La patria es la infancia: un paisaje familiar de geografías, seres queridos y vivencias que se convierten en hitos de la memoria. En el caso de Florence, es Waimea, Off the Wall, Backdoor, Pipeline… Es su madre, Alex, que se mudó a Hawái a los dieciséis años, se casó temprano, tuvo tres hijos, se separó, crió sola a John John y a sus hermanos, y siempre hizo del surf un campo de juego, un refugio familiar, un escondite feliz… Es el sendero para bicicletas que hay que evitar de noche… Son las ramas del árbol a las que John John trepaba con sus hermanos para ver a sus ídolos compitiendo en el Pipe Masters… Los chicos que participaban con él en “las patrullas del amanecer”:
“Nos despertábamos en la oscuridad – dice en El océano lo es todo – y salíamos corriendo de casa en silencio. Como si fuera un gran secreto que nadie podía saber. Luego veíamos salir el sol y las nubes se volvían rosadas. Y surfeabamos. No importaba si las olas eran grandes o pequeñas. Lo hacíamos casi todos los días. Y era increíble”.
Años salvajes Jhon Jhon Florence
“Aquí, en Waimea, en Pipeline, sólo puedes surfear si estás preparado – cuenta Jaime O´Brien –. Y yo recuerdo haber visto a John en Pipe cuando aún no tenía más de siete, ocho años. Recuerdo un día… Dios, pensé, esa ola lo va a pulverizar. Y entonces desaparece en el seno de las aguas, como sepultado, y de pronto, boom, le veo salir como un gato”.
Sí, John John Florence ya surfeaba en lugares verdaderamente peligrosos a la edad en que los demás aprendíamos a pedalear sin ruedines. Su surfing es hijo natural de la North Shore. De ahí quizá su increíble comodidad en las olas más aterradoras y pesadas. ¿Y el miedo? El miedo – habla otra vez John– se vence, se desliza uno con él y sobre él:
“Los surfistas más expertos me vigilaban todo el tiempo y se aseguraban de que yo estuviera bien. Recuerdo una vez en Pipe. Tenía unos doce años y las cosas se estaban poniendo muy interesantes. Algunas olas eran realmente grandes. Y de la nada veo aparecer a Nathan Fletcher, que me dice: Hola John ¿Está todo bien? Seguramente pensó que estaba aterrorizado en ese momento, y probablemente así era. Le dije: Sí, estoy bien. Y justo después le veo metiéndose en uno de los tubos más grandes que recuerdo. Justo enfrente de mí. Fueron unos momentos de gracia pura bajo la terrible presión que dejaron grabado en todo mi ser que aquello era lo que yo más deseaba en el mundo. Esa noche, mientras mi familia dormía, me quedé despierto, tumbado en el sofá de bambú. El corazón seguía latiéndome con fuerza por la adrenalina acumulada, mientras escuchaba inquieto el repiqueteo incesante de la lluvia.”
John John Florence Pipeline
A los trece años John John era el adolescente más consumado que jamás había surfeado Pipeline. Fue entonces cuando participó por primera vez en la Triple Corona. No pasó la primera ronda. Pero puntuó más alto que Shane Dorian, veinte años mayor que él. Y lo más importante, consiguió el respeto del rey Kelly Slater, que profetizó: “John John va dominar las olas de la North Shore como ningún surfista que hayamos visto antes”
La patria no son las banderas ni los himnos ni los discursos sobre los héroes emblemáticos. La patria es la infancia; y en el caso de Florence, es Waimea, Off the Wall, Backdoor, Pipeline…
Y vaya si lo ha hecho. Desde entonces, Florence ha conquistado la Triple Corona en tres ocasiones. Ha ganado dos veces el campeonato del mundo, una el mítico Eddie Aikau Big Wave y cuatro la Volcom Pipe Pro. “Él tiene la magia – explica Nathan Fletcher – Aquí, en la costa norte, lo llamamos el maná, el espíritu. Es como si sintonizaras y pudieras dibujar las olas fuera del agua. Ves a John sentado allí. Y nadie está cogiendo nada. Y entonces aparecerá una ola sólo para él. Sabe como sacarlas del océano”.
Puede que sea, en efecto, cuestión de magia, de “espíritu”. O puede que sólo sea talento y trabajo, ambos en dosis terriblemente abundantes. Lo cierto es que el surf de Florence está a otro nivel. Supera en Pipeline y Waimea a O´Brien. Pulveriza a Toledo en Brasil. Nadie surfea Margaret River como él. Y nadie, ni Bruce Irons, ni Kelly Slater – que terminó venciéndole a los puntos en la increíble eliminatoria del Billabong Pro de 2014 – despierta tanto el temor de Dios en Teahupoo. Como dijera Mitch Crews en 2014: “John hace que parezca una tontería, sin importar lo grande o pequeña que sea la ola”.
¿Competir o no?, esa es la cuestión
El surf para Florence siempre ha sido un juego, una cosa divertida. Todos le proclamaron enseguida el elegido de los dioses. Y seguramente, lo es, lo era ya cuando deslumbró a Slater con trece años. Pero la carrera hacia el título de campeón del mundo no le ha resultado nada fácil.
“Cuando decidí competir en la serie de clasificación por un lugar en la gira empecé a perder una y otra vez. Y todo se volvió, no sé… menos divertido – recuerda –. Durante dos o tres años no estuve ni cerca de calificar. Y en un momento pensé en dejarlo y hacer otra cosa. Recuerdo que pensé: ¿Cuál es el plan aquí? ¿Realmente quiero seguir haciendo esto? Tal vez sería más divertido no competir, ir en una dirección diferente…”
Florence tuvo que cambiar su enfoque. Superó la clasificación. Llegaron las primeras victorias. Cautivó al mundo con Done (2013) y View from a Blue moon (2015), películas que mostraban el nivel estratosférico de su surfing. Pero el título de campeón seguía sin llegar.
Años de dudas: ¿es John John Florence el mejor surfista del mundo?
Y entonces surgió la pregunta. ¿Era John John Florence realmente el mejor surfista del mundo? Poco antes de que comenzara la gira mundial del 2016, Mike Sager, el poeta beat del periodismo yanqui, escribió: “Florence gana millones de dólares al año, vive a tiro de piedra de Pipeline y está llamado a ser el heredero del trono de Kelly Slater. La pregunta es: ¿Lo quiere?”
Las dudas no eclipsaron el magnetismo de su surfing. Pero en 2015 Florence sólo había conquistado un puñado de pruebas de la WSL. Y la pregunta, cada vez más candente, parecía repetirse como en un coro griego: ¿Es realmente el sucesor de Slater?
La duda, ciertamente, estaba en el aire. Para un tipo a quien todos señalaban como el sucesor de Slater desde primaria, los resultados en competición no dejaban de ser mediocres. Mientras que Slater había ganado su primer título mundial a los veinte, Florence sólo tenía en su haber un puñado de pruebas de la WSL. Se había unido a la gira en 2011, en 2015 había terminado en el puesto 14. Y la pregunta era cada vez más pertinente: ¿Cómo puede ser el mejor surfista si no puede ganar un campeonato mundial?
Claro que Florence no era una excepción en esto. La historia del surf está llena de casos similares: grandes surfistas que, en su apogeo, fueron considerados los mejores del planeta, y sin embargo, nunca pudieron ganar el título mundial. Dane Reynolds, pulverizado por Slater, era, sin duda, el ejemplo más reciente.
¿Y Florence? ¿Sería otro Reynolds? Para Warshaw la clave de todo era la falta de instinto competitivo. Florence no lo tenía. Le faltaba fuego, tenacidad, mordiente. No era un asesino en el agua, como Slater o de Souza. “Simplemente, está más interesado en el surf que en ganar.”
Llamadme John
Todos los expertos, por tanto, coincidían en la pregunta: ¿Lo quiere? Todos conocemos la respuesta de Florence: está escrita en los campeonatos de 2016 y 2017.
Hoy prácticamente nadie cuestiona la capacidad competitiva del ídolo de la North Shore. Cierto que en 2018, antes de lesionarse la rodilla, volvió a despertar dudas: su mejor resultado fue un noveno puesto. Pero su regreso en 2019 fue explosivo, demostrando que su mayor rival es su propio cuerpo: es decir, la tensión que su surfing pone en rodillas, tobillos, espalda… Lo advirtió ya hace tiempo Kelly Slater. Y la última lesión de rodilla que ha dejado al hawaiano fuera de la lucha por el campeonato de 2019 da fe de que el gran campeón no se equivocaba cuando dijo: “Tendrá que tener cuidado con eso durante los próximos veinte años”.
La película de John John: View from a Blue Moon
Sea como sea, el niño que desafiaba a la muerte en los picos más calientes de la historia del surf se ha convertido en bicampeón del mundo. Y a pesar de su contrato millonario con Hurley, que le proclama como el surfista mejor pagado de la historia, Florence sigue siendo fiel a su origen. Sigue viviendo en la misma casa de la playa y saliendo cada amanecer para surfear las mismas olas que hechizaron su infancia. El mar, el surf, Pipeline… son una metáfora perfecta de su visión del mundo. Y ciertamente, mientras escribo, no se me ocurre una imagen mayor de lo que representa la felicidad que esos momentos de gracia pura sobre las olas que podemos ver al final de View from a blue moon. Sí, llamémosle, de una vez, John.
Otros datos de interés de John Florence
- Sponsors: Hurley, Pyzel Surfboards, Futures Fins, Dakine, Nixon
- Edad: 26 años
- Tabla de surf favorita: Pyzel Phantom 6´0” X 18 1/2” X 2 3/4” (ver aquí) Pyzel White Tiger para olas pequeñas.
- Sus quillas de surf: Scimitar Vapor Core Futures fins. Puedes leer la review de estas quillas futures en nuestro blog.
- Su traje de neopreno: Hurley Advantage Plus
- Su película: View from a Blue Moon
- Su familia: Jon Jon tiene 3 hermanos
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