SOMO, UN PARAÍSO DE SURF EN CANTABRIA
Ribamontán al Mar es uno de los lugares más bellos de Cantabria. Y esto se debe a las playas que se concentran en su término municipal. Entre ellas, destaca Somo, donde contrasta la estampa de los peregrinos que viajan a Compostela con la imagen de los surfistas que se dejan mecer por las olas, como cormoranes, esperando el mejor momento para reinar sobre ellas. Los primeros pasan de largo, rumbo a Galicia, recorriendo el Camino de la Costa, una de las rutas más bellas a Santiago, ya que circula en paralelo a la costa cantábrica, ondulada como los prados verdes y la colinas que atraviesa. Los segundos se quedan, se van y vuelven, atraídos por los 300 días de olas al año y por una atmósfera que respira surf por todas partes.

Peregrinos del Camino del Norte a su paso por Somo – Fotografía: El Diario Montañes
POR GUILLERMO GATSBY
Las playas bonitas lo son se las mire desde donde se las mire. Pero Somo es otra historia; constituye el perfecto ejemplo de playa con vistas que suman belleza a lo bello. Al fondo, en el horizonte, se ven la península de la Magdalena, en Santander, y el majestuoso palacio donde pasaban sus veranos Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg. Y por si esta panorámica no fuera suficiente, enfrente se alza la isla de Mouro, con su faro, y al este, la de Santa Marina, guardián silencioso de una de las olas más alucinantes del Cantábrico.
El día avanza sobre los dos kilómetros de fina y dorada arena, y las mareas, al retirarse, dejan tras ellas aún más metros de playa al desnudo: un arenal casi infinito que se une al Puntal y a Loredo. Pero, claro, la playa de Somo no solo es paisaje; ese atardecer que tiñe el cielo de un intenso naranja, dejando una postal para el recuerdo. Somo es surf, la cuna del surf en Cantabria, uno de los lugares más queridos por los surfistas de la región, un beachbreak para visitar una y otra vez.

Playa de Somo – Fotografía: Carlos Carreño
Sí, aquí lo importante de verdad sucede en el agua, allí donde rompen las olas y donde sólo se piensa en ellas. Las olas son el mayor tesoro de este rincón de Cantabria. Y no se trata de una moda. Desde que, en los años sesenta, el asturiano Felix Cueto Serrano y el cántabro Jesús Fiochi trajeran el surf a Santander, Somo ha estado en el radar de los amantes de la tabla. Hoy, más de medio siglo después, resulta imposible llegar a la playa sin ver antes algún cartel señalando la dirección hacia una escuela de surf. Las tablas y los neoprenos son una parte más del paisaje y hasta los hoteles, contagiados del ambiente, extienden la temporada hasta octubre. Y esto por una simple razón: olas todos los días el año, aptas para todos los niveles.

Olas playa Somo
Con dos kilómetros de playa, Somo cuenta con muchos picos. Pero si uno de verdad quiere apurar las posibilidades de este lugar mágico de la costa de Cantabria tiene que probar uno de estos tres: La Curva, izquierdas y derechas largas; El Camping, izquierda larga y potente; y El Barco, el más variable.

Olas playa de Somo – Fotografía: Cantabria Rural
CÓMO LLEGAR A SOMO
Desde Santander y en coche: por la S-10 y CA-141. Ora opción son las lanchas que parten desde el Palacete del Embarcadero y que te dejan en la playa. La playa de Somo cuenta con aparcamiento y y distintos accesos a pie.
OTRAS PLAYAS PARA HACER SURF CERCA DE SOMO
La playa de Somo es un regalo de la naturaleza. Las olas son constantes y el localismo es bajo. Pero si la cosa está dura – picos masificados – uno siempre tiene a un salto otras playas donde surfear:
PLAYA DE LOREDO
Se trata de la extensión natural de la playa de Somo. Sus olas son aptas para surfistas de todos los niveles y perfectas para aprender a cabalgar sobre ellas.

Playa de Loredo
PLAYA DE LANGRE, RIBAMONTÁN AL MAR
Una de las playas más bellas de Cantabria. Y eso son palabras mayores. Se trata de un imponente anfiteatro arenoso y salvaje rodeado de hermosos acantilados de casi treinta metros de altura, por los que asoman las vacas que pastan tranquilamente. Antes había que descender hasta la arena por un sendero abrupto. Hoy hay una escalera que facilita el acceso.
Hay quien dice que la playa de Langre es un mordisco que el Cantábrico le dio a los prados. Y en verdad, lo parece. Sus olas y su paisaje conforman un conjunto ideal para iniciarse en el surf.

Playa de Langre – Fotografía: Alejandro Vidales
LA ISLA DE SANTA MARINA, CERCA DE LOREDO
Spot de calidad mundial sólo para expertos. Se trata de una de las olas más célebres del Cantábrico,:una derecha monumental, larga y potente que rompe sobre arena y roca y puede alcanzar los cinco metros. Pura adrenalina.

Olas en la Isla de Santa Marina – Fotografía: Óscar Gómez
MÁS QUÉ SURF. QUÉ VISITAR CERCA DE SOMO: DE SANTANDER A SAN VICENTE DE LA BARQUERA
Somo es mucho más que surf. Los extraños días sin olas puedes remontar la ría de Cubas sobre una tabla de Paddle Surf, sacarle chispas al skate en la pista de skatepark o dar al trekking siguiendo la ruta de los acantilados. Y si lo que quieres es visitar algunos de los rincones más bellos de Cantabria, aquí so dejamos la pequeña guía publicada por nuestros amigos de Viajarenautocaravana.pro :

San Vicente de la Barquera
SANTANDER
Capital de la verde Montaña, ciudad amable, cosmopolita y elegante, Santander se asoma al bravo Cantábrico desde los acantilados grises y las playas de fina arena.
Decía Josefina Molina que si fuera alcaldesa cerraría sus entradas por tierra y obligaría a entrar en Santander desde el mar: “Los barcos llegarían llenos de gente y un edicto marcaría que navegaran de noche, cuando su belleza te impacta y te sobrecoge”. Estoy de acuerdo Santander es una ciudad bellísima de día y de noche, pero su verdadero hechizo está al anochecer.

Santander de noche
Qué ver en Santander
La Catedral, la Plaza Porticada, la calle de los Azogues, el paseo de Pereda, la avenida de la Reina Victoria, las playas del Sardinero, la Península de la Magdalena y los Jardines de Piquío son, por sí solos, ineludibles puntos de referencia que avalan la belleza de la capital cántabra.

Paseo y jardines de Pereda
La catedral. Del siglo XIII en estilo gótico. Azorín adoraba la sencillez de este templo. “La catedral de Santander, escribió, “es sencilla y pequeña; mas en su misma pequeñez y austeridad tiene un poderoso atractivo que no poseen aquellas otras suntuosas y anchas”. Es cierto. Abajo, en la cripta del Cristo, podrás ver, además, los vestigios de las termas romanas.
La Plaza Porticada. Se construyó después del pavoroso incendio que, en 1941, arrasó la mayor parte del casco viejo. Terrazas, comercios antiguos y modernos, el reloj del Ayuntamiento, que más que dar las horas parece cantar…

Plaza Porticada – Fotografía: Andrés García
El Paseo Pereda. Se llama así en recuerdo del novelista del siglo XIX José María Pereda. Se trata de un paseo de gran categoría que corre paralelo a la bahía. Allí está el Casino, construido en 1913 para competir con los grandes casinos europeos, y también la sede central del Banco Santander, un edificio catedralicio, con un arco de triunfo en medio que supera a los de Roma.
El Paseo de la Reina Victoria sigue el de Pereda rumbo a la Magdalena. Pasear aquí sin prisas, mientras va cayendo la tarde, es uno de los platos fuertes de Santander.

Casino de Santander
Y llegamos a la Península de la Magdalena. Como dice García de Cortázar, la Magdalena es muchas cosas. Es una playa; es una diminuta península que se introduce calmosamente en el mar; un jardín con unas vistas memorables; y un palacio de estilo inglés que resume toda una época, la época de los veranos de Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg. Hoy el palacio es la sede la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

Palacio de la Magdalena
El Sardinero y los Jardines del Piquío. Las playas del Sardinero están entre las playas urbanas con más solera de España. Allí encontramos también uno de los lugares más evocadores de Santander: los Jardines del Piquío, con sus altísimas palmeras y olmos centenarios.
Y puesto que hablamos de hitos, resulta imposible no mencionar la senda que lleva del Sardinero al Faro de Cabo Mayor, un paseo entre playas y acantilados difícil de olvidar. Junto al Faro, fabuloso rompeolas natural, hay un bar desde el que despedir el día con una copa y vistas marinas.

Faro Cabo Mayor
PLAYA DE COVACHOS Y PLAYA DE ARNÍA, LA COSTA QUEBRADA
El Parque Geológico de la Costa Quebrada comienza en la playa de la Magdalena de Santander y termina en la playa de Cuchía, en Miengo. Por el camino, una maravilla de paisajes donde el mar ha creado un conjunto de estructuras y formas que nadie debería perderse. Sólo el nombre, Costa Quebrada, ya anuncia el tesoro que espera al viajero: acantilados, dunas, islotes, playas de aguas cristalinas… Nosotros aconsejamos dos paradas : Covachos y Arnía.

Dunas de Liencres – Fotografía: Andrés Fernández
Playa de Covachos. A diez kilómetros de Santander. Es un lugar único, una espléndida media luna de apenas 50 metros, con un arroyo que se precipita en cascada desde el acantilado que la rodea y una isla, la del Castro, que aparece y desaparece con la marea, ya que está conectada a la playa durante la bajamar. A su alrededor, prados donde pasta el ganado libremente. Y muy cerca, el espectacular Parque Natural de las Dunas de Liencres, un paisaje mitad arbolado mitad arenoso, flanqueado por la costa agreste y por la desembocadura del río Pas.

Playa de Covachos
Playa de Arnía. Está a un salto de la de Covachos, siguiendo la carretera CA 231. Acantilados azotados por las olas, un pequeño arenal de 100 metros atravesado de soberbios farallones, aguas cristalinas… Hay pocos lugares en Europa como esta playa. Sobre todo cuando cae la tarde y los colores del crepúsculo subrayan el halo mítico que envuelve las rocas afiladas y verticales que sobresalen del mar.

Playa de la Arnía
SANTILLANA DEL MAR
Cualquier calificativo se queda corto ante la belleza de este pueblo popularmente conocido como la villa de las tres mentiras, porque Santillana del Mar ni es “santa” ni es “llana” ni tiene mar. A propósito de ella, Jean Paul Sartre escribió: “Una verdadera reliquia de la vida del hombre”.
Y es verdad. Santillana del Mar envuelve al viajero como una niebla surgida de la época de las Cruzadas. Su traza medieval, sus palacios y casonas con viejos escudos nobiliarios, sus calles empedradas, el parador Gil Blas, la Torre del Merino, la Colegiata, el palacio de los Borja, con su magnífico arco de ojiva… Sí, uno podría pensar que realmente esta en la Edad Media si no fuera porque el pueblo está limpio, no huele a estiércol y decenas de comercios asoman sus géneros a las puertas de antaño para atraer la atención de los turistas.

Calle Principal Santillana del Mar
Qué ver en Santillana del Mar
Lo mejor de Santillana del Mar es entregarse perezosamente a recorrer la calle principal y su bifurcación en forma de brazos desiguales, el más largo de los cuales desemboca en la plaza de la Colegiata. Y claro, el paseo debe completarse con la visita a este bellísimo templo que conserva su original factura románica.

Exterior Colegiata de Santa Juliana
Ya el exterior es deslumbrante. Pero la joya de esta vieja abadía está en el claustro, un espacio embrujado de poesía, arte y meditación. Hay que detener la mirada obligatoriamente en los maravillosos capiteles de las columnas que sustentan los arcos de medio punto. Son un prodigio: escenas del Calvario, martirios, fiestas y cacerías, asuntos religiosos y profanos, flores, pájaros, corceles, frailes y guerreros… Una vida profunda se escapa de ellos, que dijo el poeta y novelista Ricardo León. Del claustro entero, lugar mágico donde la muerte parece que tiene una expresión de eterno vivir.

Claustro Colegiata – fotografía: Turismo Cantabria
CUEVAS DE ALTAMIRA
Pero el viaje continua. A dos kilómetros escasos de Santillana nos espera otra sorpresa, otro túnel del tiempo: la Capilla Sixtina del Paleolítico, una cueva donde los bisontes, ciervos y jabalíes de hace quince mil años siguen pastando hierba, las pinturas rupestre de Altamira.

Bisontes de Altamira
El acceso a la cueva original está restringido a los estudiosos para evitar el deterioro de las pinturas, pero la visita a la Neocueva, reproducción fidedigna que puede verse en el Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira, merece el desvío.
Como en algunas novelas, allí uno se ve sumergido en dos planos temporales muy alejados entre sí que acaban constituyendo una sola trama. El primero de ellos dura, asombrosamente, unos quince mil años, y se corresponde con el momento en que se pintaron esos bisontes vigorosamente trazados sobre la pared rocosa. El segundo relato es mucho más cercano: empieza en 1789, cuando una niña que acompaña a su padre en la exploración de una cueva mira hacia el techo y ve algo en lo que el padre no ha reparado, unas figuras de bisontes rojizos. “¡Mira, vacas!”, cuentan que exclamó.
COMILLAS
Muy cerca de Santillana del Mar, a menos de 20 kilómetros, se encuentra la bella y señorial Comillas. Conocida como la “villa de los arzobispos”, por haber nacido en ella hasta cinco prelados, Comillas debe su fama, sin embargo, al capricho de un indiano, don Antonio López y López, que dedicó su fortuna amasada en Cuba a embellecerla.

Capricho de Gaudí
Qué ver en Comillas
El Palacio de Sobrellano, la Capilla-Panteón de los marqueses de Comillas y la Universidad Pontificia son los lugares más representativos del esfuerzo del primer marqués por embellecer su pueblo natal.
A estos edificios de estirpe modernista hay que sumar, por supuesto, el Capricho, colorido palacete que levantó Gaudí para don Máximo Díaz de Quijano, cuya afición al piano inspiró el nombre de la residencia.
Para terminar la ruta modernista que propone Comillas hay que visitar el cementerio, bello como pocos, custodiado por una una escultura del Ángel Exterminador, obra de Josep Llimona, y con vistas al mar.

Cementerio de Comillas
EL RAYO VERDE Y CURVA DE OYAMBRE
Antes de desviarnos hacia el interior, en dirección al valle de Cabuérniga, hay dos visitas ineludibles. La primera el Rayo Verde, una colina situada en Comillas, única por sus vistas al Parque Natural de Oyambre y a las playas de san Vicente de la Barquera, con su castillo y los Picos de Europa como telón de fondo. La segunda, la famosa Curva de Oyambre, en la boca de la sinuosa ría de Rabia.

Curva de Oyambre
VALLE DE CABUÉRNIGA Y BARCENA LA MAYOR
El Valle de Cabuérniga, menos abrupto que la Liébana y sin sus cumbres monumentales, es un auténtico paraíso lleno de hayedos y robledales donde pastan el ciervo y el corzo, y donde las aves rapaces vuelan alto y solemne. Aquí, como en general en toda la Montaña, los pueblos son particularmente afortunados en lo que se refiere a la conservación de su arquitectura popular.
Cabezón de la Sal, Carrejo y Ruente son el entrañable preludio a uno de los pueblos más famosos de Cantabria, Barcena Mayor, lugar que dio cobijo a Carlos V y a su séquito en el año 1517. Rara es la lista de los pueblos más bellos de España en que no aparece este conjunto histórico de neto saber montañés. Calles empedradas, balcones cuajados de flores, anchos portalones de piedra… Sí, Barcena Mayor es un prodigio de arquitectura rural donde el tiempo parece haberse detenido.

Bárcena Mayor
TUDANCA
Menos de cincuenta kilómetros separan Barcena Mayor de otro pueblo de la Montaña declarado conjunto histórico, Tudanca, escondido entre prados verdes, lleno de recuerdos literarios. Y es que allí está la casa de don Celso, el personaje de Peñas Arriba, la novela de José María Pereda: una casona del siglo XVIII que perteneció a José María Cossío en la vida real y por la que, en la primera mitad del siglo XX, pasaron los grandes escritores del 98 y del 27.

Tucanda
Aquí, en Tudanca, la Montaña es, más que nunca, inaprensible y hermosa. Los prados amanecen entre estáticas mareas de bruma. Y el crepúsculo llega, como el alba, en medio de una sinfonía de cencerros que las vacas agitan al subir y al bajar toda clase de cuestas.
SAN VICENTE DE LA BARQUERA
El camino que elegimos para ir de Tudanca a San Vicente de la Barquera pasa por algunos de los más bellos paisajes de la Cuenca del río Nansa. Cossío, adornado de historias hidalgas y casonas indianas; Puentenansa, cruce de caminos desde donde puede accederse al valle de Carmona; la Cueva del Soplao, cueva y mina a la que se accede mediante un evocador tren minero; y Pesués, con la extraordinaria vista de la ría de Tina Menor, desembocadura del Nansa.

Desembocadura del Nansa – Fotografía: Turismo Cantabria
Qué ver en San Vicente de la Barquera
San Vicente de la Barquera queda a menos de 10 kilómetros de Pesués. San Vicente de la Barquera es una deliciosa villa marinera que cuesta mucho abandonar, tal es el encanto de sus calles y de su placita de magníficos soportales, el hechizo de sus playas y marismas, la calidad de sus restaurantes, la sombra majestuosa de su castillo y la belleza de la iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles. Allí hay una de los sepulcros más impresionantes de España, la tumba del inquisidor don Antonio del Corro, de estilo renacentista.

Sepulcro de Antonio del Corro
QUÉ COMER EN CANTABRIA
La gastronomía de esta tierra ya aparece citada en el Libro de Buen Amor, del célebre Arcipreste de Hita: “De Santander vinieron las bermejas langostas”. No en vano, el pescado constituye uno de los platos fuertes de la cocina de esta ruta: merluza en salsa verde, bocartes en cazuela, besugo al horno o la espalda, mariscos… Pero claro, estamos en la Montaña, y aquí no faltan las carnes y los productos de la huerta, con especial predilección pos la alubias, blancas o pintas. Y de postre, dos delicias reñidas con la dieta: quesada y sobaos.
DÓNDE COMER EN SOMO
Si eres de los que te gusta comer cerca de la playa en la que surfeas, en Somo encontrarás una oferta variada de restaurantes al alcance de todos los bolsillos:
Restaurante Las Quebrantas: nuestro favorito. Arroces, carnes, marisco… y el pescado del día ¡espectacular!
Restaurante La Alberuca: un clásico. Acogedor, correcto, con buen producto y menús asequibles.
Irons Grill Burger: hamburguesas gourmet con homenaje a los hermanos Irons. Para iconoclastas.
Surf Café: para un tentempié con vistas a las olas.
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