Las olas, el surf… ¡el embarazo!

 Como mujeres, somos afortunadas por poder traer una nueva vida al mundo. Pero no es una aventura fácil. Para quienes vivimos el surf a flor de piel, los nueve meses de embarazo pueden ser como una sesión de olas de ensueño o un huracán que crea estragos.

Texto: PATRICIA TORRILLA

 

Empezaré presentándome. Mi nombre es Patricia y soy una surfista aficionada de 33 años del País Vasco. El virus del surf entró tarde en mi vida, pero lo hizo por todo lo alto. Desde que empecé no he parado. Y es que lo que comenzó como un simple hobby se convirtió pronto en una filosofía de vida. Las olas eran la vía de escape al estrés laboral, pero también la finalidad, la meta del día a día. El objeto de mis deseos y de mi adoración más profunda: un refugio, un escondite feliz.

 

Y entonces, un día… la noticia: ¡estaba embarazada! Y, por supuesto, las preguntas que, de golpe, llenaron mi cabeza, y que inmediatamente intenté responder buscando en internet: ¿Son el surf y el embarazo compatibles? ¿Es seguro surfear durante el embarazo? ¿Hasta qué mes puedo seguir surfeando? Y tras las preguntas, el miedo a que las olas – momentos de gracia pura sobre la espuma – desaparecieran de mi vida durante más de 9 meses. ¿Sería así obligatoriamente? ¿Qué ejemplos, modelos, experiencias podían ilustrarme, en qué mujeres podía mirarme?

 

Muchas preguntas, pocas respuestas

Los médicos dicen que hacer ejercicio durante el embarazo es necesario para mantener una buena forma física y sobrellevar mejor los cambios que se producen durante la gestación. Sin embargo, desaconsejan el surf prácticamente desde el inicio.

 

Por supuesto, siempre hay casos en los que la futura mamá con 6, 7 e incluso 9 meses continúa haciendo surf con un barrigón descomunal. Es el caso de Bethany Hamilton, que surfeó durante todo su embarazo y 6 meses después de dar a luz ya estaba haciendo tow-in en Jaws. Pero digamos que Bethany es de otra galaxia.

 

Su amiga de la infancia, Alana Blanchard, ha llevado un embarazo completamente diferente. En un entrevista a las pocas semanas de dar a luz, la freesurfer hawaiana contaba que volver al agua le había costado más tiempo del que inicialmente pensaba.

alana blanchard embarazada

 

Pero, sin duda, el caso más sorprendente es el de de Kristina Olivares. Una australiana de 34 años que practicó surf durante todo su embarazo y que, además, ni corta ni perezosa, documentó la evolución en su blog. Muchas voces se manifestaron en su contra. Pero ella se mantuvo sorda al aluvión de críticas y continúo haciendo aquello que le apasionaba.

 

Y qué hay de mí

 

Nueve meses sin olas, más la cuarentena después del parto: casi once meses apartada del surf. Prácticamente un año, que además puede alargarse dependiendo del tipo parto o de la energía y el tiempo libre que tengas y puedas arañar después de que el bebé esté ya en casa. Ese era mi horizonte después de los prudentes consejos de mi ginecólogo. Y la pregunta, otra pregunta que no se desvanecía de mi cabeza: ¿Aguantaría el mono de las olas?

 

El primer trimestre

 

Como se sabe, los primeros tres meses son los que mayor riesgo de aborto tienen. Las estadísticas dicen que el 80 % de los abortos naturales se producen antes de la semana 12 de gestación. Hay que tener cuidado con las actividades que se realizan. Una caída o un golpe desafortunado pueden llegar a causar problemas al bebé.

 

Yo me sentía preparada para realizar cualquier actividad física. Sin embargo, el miedo a poder realizar algún movimiento que pudiera llegar a perjudicar a mi bebé fueron suficientes para mantenerme apartada de la tabla de surf.

baby surfer

 

El segundo trimestre

 

Este es el momento en que el vientre comienza a crecer y nos hacemos más conscientes de los cambios que está experimentando nuestro cuerpo. Para poder hacer surf durante este período de tiempo es necesario ajustar la técnica de remada. La presión que ejerce la barriga sobre la tabla comienza a ser molesta. La mayoría de mamás que optan por continuar haciendo surf terminan por remar de rodillas. Postura práctica dada la situación pero también agotadora.

 

Durante este trimestre no tuve ganas de meterme al agua. La temperatura que tenemos en el Cantábrico durante los meses de marzo a mayo tampoco me motivaba. Para evitar la tentación me mantuve apartada de las webcams, del instagram, del windguru y mis viajes a la playa se limitaron a los días de sol sin olas.

 

El tercer trimestre

 

Recta final del embarazo. La pancita ya empieza a tener cierto volumen y las fuerzas van disminuyendo a medida que el peso aumenta. Kristina Olivares contaba en su blog que durante esta fase comenzó a evitar las multitudes y a seleccionar muy cuidadosamente los días para entrar al agua.

 

Para mí, fue el periodo de mono de surf más duro de todo el embarazo. El hecho de que coincidiera con los meses de junio, julio y agosto, el buen tiempo y olas suaves y tabloneras me generaban una especie de ansiedad y frustración interna que no sabía canalizar. Como de costumbre, los platos rotos los pagó la persona más cercana: mi marido, que sí que disfrutaba a diario de sus sesiones de surf. Y creo que eso aún me generaba más rabia.

 

No es fácil explicar lo que pasa por tu cabeza en esos momentos. Yo siempre he sabido que el surf es un pasatiempo peligroso, un sueño lleno de adrenalina que engancha como una droga. Pero nunca había sido tan consciente de ello como en esos días.

 

Necesitaba canalizar toda esa rabia y frustración interna por no poder entrar al agua en algo positivo. Y elegí la natación como mi vía de escape. Jamás en la vida me ha gustado nadar. De hecho siempre me ha parecido una de las actividades más aburridas que existen. Sin embargo, durante el embarazo, y especialmente en el tercer trimestre, la piscina se convirtió en mi patio de recreo. Era el lugar en el que menor sensación de pesadez tenía. Con cada brazada sentía como mi cuerpo fluía y se deslizaba bajo el agua. Mi cabeza desconectaba. Y durante el tiempo que pasaba en la piscina me olvidaba que pesaba 12 kilos más.

 

¿Y después de dar a luz?

Después de los 9 meses de embarazo llega la famosa cuarentena. Un tiempo para habituarnos a la nueva situación, en la que además de adaptarnos a los cambios físicos, se producen cambios emocionales importantes. En lo que se refiere al surf, durante esos 40 días la mujer no debe bañarse, debido al riesgo de infección.

 

Pero la cuarentena pasa y empieza el tiempo de hacer malabares. Especialmente si se opta por la lactancia materna. La frecuencia de las tomas y el hecho de que es un tarea que no se puede delegar dificultan enormemente las escapadas a la playa.

 

Para entonces, mi mono había llegado a tal punto que a los 40 días exactos, y con el beneplácito de mi ginecólogo, volví al agua. El lugar y el día elegido, no podían ser mejores. 30 grados en el exterior, solazo, olas pequeñas, poca gente en el agua, … combinación perfecta.

 

Regreso al agua

 

Hoy ha pasado ya un año de aquel día y aún lo recuerdo perfectamente. La sesión duró 40 minutos. Por más que remaba, la tabla no avanzaba. Sentía mis brazos oxidados. Era como si todo lo que había nadado en la piscina no me hubiese servido de nada. Además, sentía cierta ansiedad por haber dejado al bebé.

 

Y claro, aquel día y aquella sesión me sirvió para darme cuenta de que algo había cambiado. Tenía que adaptarme a la nueva realidad. Y aunque fuera por un tiempo, abandonar el shortboard y pasarme a una tabla más voluminosa. Y… tenía que volver a ponerme en forma si quería disfrutar otra vez dentro del agua.

 

Las olas, el surf, un bebé

 

Cuántas veces he escuchado durante el embarazo: todo cambia. ¿A mejor? ¿A peor? Pues ni una cosa ni otra. Simplemente es distinto. Hoy ya surfeo siempre que quiero. Pero mis prioridades han cambiado. Y, sí, surfeo mucho menos que antes y mis sesiones son más cortas. Surfeo también en lugares menos exóticos. Pero el día que entro al agua disfruto como nunca. Además cuando salgo sé que esa personita de un año me está esperando con la mejor de sus sonrisas. Y eso… no lo cambio por nada.